Cuando me dijiste
“mamá” por primera vez creí que había
escuchado lo más emocionante de mi vida. La palabra que más me iba a conmover
que saliera de tu boca.
Y, sin embargo,
la palabra más bonita que me has dicho vino muchos meses después.
Cuando nos
tumbamos aquel día en la cama, a punto de dormir, y me cogiste de la cara y me
dijiste “juntos”. Mal pronunciado y con el chupete en la boca.
Esa fue la mejor
palabra, sin duda alguna.
Que desayunemos
con los abuelos y mirándonos a todos nos digas: “juntos”
Que vayamos de
camino a la guarde y me mires desde abajo diciendo:”juntos”
Que nos sentemos
apretados en el sofá y digas “juntos”
No puedo evitar
sentir un hormigueo en la tripa cada vez que lo dices.
Porque desde que
naciste he pretendido enseñarte el valor de la familia, que quieras a quien se
queda junto a ti y que te quedes junto a quienes te quieren.
Juntos, siempre
juntos, incluso cuando nos tenemos que separar.
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