Hace un tiempo
que conocía este libro, “el monstruo de colores” de Anna Llenas (podéis ver su web pinchando aquí), pero fue hace
un par de semanas que lo compré para investigar un poco más sobre él.
Naím empezó este
verano con rabietas bastantes grandes y cada vez me cuesta más gestionarlas. Me
hablaron fenomenal de este cuento, y después de probar esos típicos recursos
tradicionales como “el rincón de pensar” y que mi hijo saliera despavorido de
ese rincón, quise probar algo nuevo.
El cuento es la
historia de un monstruo que está confundido por la mezcla de emociones que
tiene. Una niña le aconseja ordenarlas metiéndolas en tarritos de cristal.
Por colores, va
organizando las emociones positivas y negativas.
En cuanto al
libro debo decir que me encantó, tanto el texto como las ilustraciones, que
incorpora imagen real con el trazo de lo que podría ser un dibujo de un niño,
aunque cuidando mucho las expresiones del protagonista.
A Naím también le
gustó mucho, así que me decidí por trabajar las rabietas haciendo una
adaptación del cuento a nuestra vida cotidiana.
Para ello compré
tarritos de cristal de distintos tamaños:
Los dos tarros
mas grandes son para las emociones positivas, y van disminuyendo en función de
las veces que Naím experimenta los demás sentimientos (enfado, miedo,
tristeza)
El del enfado es
bastante grande también, porque, en mi caso, me interesa trabajar especialmente
esta emoción, pero si se quiere trabajar el miedo, por ejemplo, pueden adaptarse
los tamaños a las necesidades de cada niño.
La dinámica tiene
como objetivo eliminar el tiempo de rabieta. MI OBJETIVO NO ES QUE MI HIJO NO
SE ENFADE. Como educadora y como madre considero que el enfado es importante y
necesario para formar una personalidad sana. Lo que pretendo, por tanto, es que
mi hijo aprenda a gestionar ese enfado cuando llegue el momento.
Los materiales
que he utilizado son los tarritos de cristal, chuches y accesorios y objetos de
colores en una cesta.
En el cuento, las
emociones están asociadas a colores de la siguiente manera:
-
alegría:
amarillo
-
tristeza:
azul
-
enfado:
rojo
-
negro:
miedo
-
verde:
tranquilidad
-
rosa:
amor
De esta manera, en los tarritos de las emociones positivas, he colocado
chuches de los colores correspondientes, y en los tarritos de las emociones
negativas no habrá nada. Estarán vacíos.
La idea es que cuando se experimente una rabieta, dejando un tiempo para
que el niño esté receptivo al dialogo, le digamos: “vamos a encerrar al enfado
en el tarrito de cristal para que no salga más”. Acompañaríamos al peque a por
una bolita roja de la cesta de accesorios y la meteríamos en el tarro cerrando
la tapa y diciendo: “enfado, ya no puedes salir, estás encerrado”
Es muy posible que sea necesario un poco de tiempo para que el enfado
desaparezca del todo, pero el niño visualiza cómo una emoción que él siente se
ha quedado dentro del tarro y no puede salir, así que seguramente su nivel de
rabia disminuya. En mi caso, con Naím ha funcionado.
Las emociones positivas que contienen chuches nos van a servir para
recordarle en los momentos en los que está contento y tranquilo, que esos
sentimientos son más agradables que los otros. Así que podemos darle una chuche
amarilla cuando esté contento, o una verde cuando esté relajado, para
incentivar ese comportamiento sobre el otro.
EN NINGÚN CASO NOS SERVIRÁN COMO RECOMPENSA POR DEJAR DE ESTAR ENFADADO.
Algunos pensarán que el niño puede fingir un enfado para después ganarse
una chuche, pero no está pensado como premio tras esa conducta, sino como
incentivo en los momentos en los que esté experimentando una buen
comportamiento, sin asociarlo a un enfado previo.
Es importante que los tarros de cristal estén fuera del alcance de los
niños para evitar peligro de cortes en el caso de que pudieran romperse, o
bien, sustituirlos por cajitas de cartón o de plástico.
Espero que esta estrategia sea de ayuda para algunos casos en los que nos
cuesta gestionar rabietas, miedos o malas conductas en general…
Nos vemos en INSTAGRAM!!
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